miércoles, 18 de marzo de 2020

Plan de contingencia 3° A Historia E.S N° 9


E.S N° 9
3 año: Historia: A 
Profesora: Adriana N. Abbattista
Plan de contingencia pedagógica
 Diagnóstico
Actividad 1



a-     Lee y aplica la técnica de subrayado. Escribe los términos desconocidos y su significado.

Pestes y muerte en el Río de la Plata y Tucumán (1700-1750)*

SUSANA R. FRÍAS y MARÍA INÉS MONTSERRAT
ANH / Universidad Austral Argentina
(Tema extraído y adaptado con recortes por la docente)
En todas las épocas el encuentro de culturas provocó fenómenos no deseados, entre otros, el contagio de enfermedades desconocidas es una de ellas; basta con
mencionar los efectos de la viruela en suelo americano o de la sífilis en el mundo
europeo del descubrimiento.
La salud de las poblaciones, además, estaba relacionada con otros factores como los factores climáticos, ya que sequías prolongadas o lluvias e inundaciones tenían un efecto directo sobre siembras y cosechas y, por tanto, afectaban, casi inexorablemente, la alimentación. También era gravitante la falta de tratamiento de las aguas, la proliferación de todo tipo de insectos y alimañas en calles de tierra y viviendas de madera o barro cocido. Aunque desde el siglo XVII comenzó a existir conciencia de profilaxis, esta era –desde la óptica actual- muy precaria y sus avances fueron lentos hasta mucho tiempo después.
Dice Carmona que en las ciudades y villas españolas se carecía de las mínimas condiciones de higiene y que tanto la población como las autoridades tenían conciencia del efecto que las impurezas del agua y el aire -“las miasmas pútridas”- producían sobre la salud. El espacio disponible no nos permite detenernos en las teorías médicas de la época pero basta recorrer las actas de los cabildos de las ciudades de nuestro territorio y los pedidos de sus procuradores, para comprobar que este aserto se aplica aquí perfectamente. A las medidas que se instituían siguiendo los conocimientos médicos de la época debe añadirse la incidencia que tenía, en la mentalidad popular, el llamado “castigo divino”, que generaba rogativas, procesiones y hasta podía mezclarse con algún ritual poco ortodoxo.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que los efectos que producían las epidemias en el mundo europeo, eran mucho más devastadores que en el americano, tanto porque las ciudades eran más grandes y sus estructuras edilicias más abigarradas. Como porque las distancias entre unas y otras eran menores y el número total de población muchísimo mayor. Las poblaciones de la Argentina de entonces estaban dispersas en un territorio mayoritariamente ocupado por tribus indígenas y eran bastante más pequeñas que las europeas; no obstante, las enfermedades, al igual que las personas y las mercaderías, circulaban y también mataban. Se considera aquí la existencia de un puerto de mar que, aunque semicerrado para la época tratada, recibía desde España naves de registro que transportaban tropas, contingentes de religiosos y autoridades que venían a tomar posesión de sus sedes.
Además, llegaban barcos que pedían permiso para carena y recarga de agua potable y otros que recalaban sin autorización, aguas afuera pero que introducían,
subrepticiamente, mercaderías y esclavatura. Los tratados de Utrech obligaron a España a establecer un asiento negrero –en manos francesas primero, inglesas después- que incorporó otro flujo humano que también podía ser portador de enfermedades. Lafuente Machain5 relata el caso del Anphitrite, que en 1705 condujo esclavos por cuenta de la Compañía de Guinea. Los negros fueron víctimas de peste, la que se propagó rápidamente entre la tripulación lo que motivó que el Cabildo porteño prohibiese su desembarco. Los puertos fluviales y el llamado Camino Real –que conectaba las principales ciudades- eran útiles al transporte de mercancías y personas, pero también vehículos para diseminar enfermedades; precisamente ese año 1705 se había establecido cuarentena para las carretas provenientes de Cuyo, por la peste que se cursaba en aquella región.
En las primeras décadas del siglo XX el ingeniero Nicolás Besio Moreno se propuso analizar la población de la ciudad de Buenos Aires realizando proyecciones matemáticas para cubrir los espacios de tiempo para los cuales no existía información.
Su análisis estuvo acotado al ámbito urbano bonaerense, pero logró determinar la existencia de cambios bruscos en los guarismos normales y confrontar esa información con datos provenientes de otras fuentes; el gran mérito de este trabajo es que fue realizado cuando aún no se habían desarrollado, en nuestro país, los estudios demográficos
Aunque hoy existen, como ya se ha dicho, trabajos sobre la población rural, estos han tropezado con problemas de difícil solución. Sin embargo, como dice Jordi Nadal las partidas de defunciones, bautismos y matrimonios constituyen, sin discusión,la mejor fuente para el estudio evolutivo de una población. Asevera este autor que, como si se tratara de un termómetro, constituyen el instrumento idóneo para pulsar los altibajos demográficos.
A pesar de sus deficiencias, los libros de defunciones se convierten, en este estudio, en un instrumento imprescindible. En los de áreas rurales, el párroco indicaba, por regla general, el nombre del difunto si se trataba de un español adulto, pero era mucho menos preciso en los casos de entierros de indios, esclavos y niños. Es frecuente encontrar expresiones tales como “entierro de un párvulo, hijo de…”, sin mayor precisión sobre el nombre y el sexo o bien “enterré a Juan, esclavo de…”. En la mayor parte de los casos se señala el tipo de entierro y la fecha. La causa de la muerte solamente se menciona en situaciones extraordinarias: decesos violentos o causados por ataque indígena, pero casi no hay referencia a óbitos por enfermedad. Carecemos de esta información en la ciudad de Buenos Aires, la que no tuvo libros de este tipo hasta
 1785, aunque los mismos pueden suplirse, como afirma Pérez Moreda con los libros de Colecturía, registro cuyo fin principal era anotar lo recaudado en concepto de misas – fueran de difuntos o de velación- y la cera y velas obladas en éstas y en las ceremonias de bautismo. Estas anotaciones eran semanales y rara vez se precisaba el día exacto del deceso, no obstante lo cual resultan muy útiles a los fines de este estudio9.
Tanto los libros colectores como los registros de defunciones poseen carencias
propias del periodo proto-estadístico, tales como el subregistro –notorio en el caso de párvulos- y otro tipo de imprecisiones, algunas derivadas de la desprolijidad con que algunos párrocos anotaban los entierros; pero el escollo más importante es que rara vez se asentaban las edades lo que dificulta el análisis. Como dice Nadal:
Para ser preciso y significativo, el estudio de la mortalidad debe hacerse por edades. La
tendencia que marcan los índices generales puede resultar engañosa. Es posible que una
población con más muertes presente una ‘salud’ mejor que otra población idéntica con menos.
Todo depende del grado de envejecimiento de cada una.
En otros espacios geográficos, los libros de hospital son un elemento insustituible para este tipo de estudios, pero no sucede lo mismo en esta región. Sólo la ciudad de Córdoba contaba con hospital, el San Roque, aunque para el período en estudio no hay registro de entradas de enfermos, las cuales recién comienzan en 1768.
Es necesario revisar documentación de otro tipo, que aporte información sobre el
tema, aunque sea fragmentaria; la bibliográfica médica, las actas de los cabildos, los testamentos y otros repertorios notariales así como los escritos de viajeros, pueden ofrecer aclaraciones que completen y faciliten la interpretación de los libros de entierros
y colecturía. Sin embargo, las fuentes que aquí se enumeran no permiten conformar series numéricas.
Se considera aquí la existencia de un puerto de mar que, aunque semicerrado para la época tratada, recibía desde España naves de registro que transportaban tropas, contingentes de religiosos y autoridades que venían a tomar posesión de sus sedes.
Además, llegaban barcos que pedían permiso para carena y recarga de agua potable y otros que recalaban sin autorización, aguas afuera pero que introducían, subrepticiamente, mercaderías y esclavatura. Los tratados de Utrech obligaron a España a establecer un asiento negrero –en manos francesas primero, inglesas después- que incorporó otro flujo humano que también podía ser portador de enfermedades. Lafuente
Machain5 relata el caso del Anphitrite, que en 1705 condujo esclavos por cuenta de la Compañía de Guinea. Los negros fueron víctimas de peste, la que se propagó rápidamente entre la tripulación lo que motivó que el Cabildo porteño prohibiese su desembarco. Los puertos fluviales y el llamado Camino Real –que conectaba las principales ciudades- eran útiles al transporte de mercancías y personas, pero también vehículos para diseminar enfermedades; precisamente ese año 1705 se había establecido cuarentena para las carretas provenientes de Cuyo, por la peste que se cursaba en aquella región.
Los registros burocráticos -informes oficiales civiles o eclesiásticos, memoriales, solicitudes a la corona- son también útiles, en tanto aparezcan en ellos datos sobre situaciones anómalas: un malón, una sequía prolongada, una inundación, una manga de langostas. Todas estas realidades generan problemas alimentarios que coadyuvan a la enfermedad, o al menos a una menor preparación física para enfrentarla y se inscriben en lo que hemos denominado factores adversos.

Actividad 2
a-                  ¿Por qué eran más devastadoras las epidemias en Europa que América?
 b-El Cabildo prohibió el desembarco a los puertos. ¿Cuál fue el motivo?
c-Escribe las fuentes de registro que menciona el texto. ¿Cuándo consideraban necesario mencionar la causa de muerte?
d- ¿Qué registros se deben revisar para aportar información?
e- Las situaciones “anómalas” que señala el texto genera problemas. ¿Cuáles son esas situaciones y qué problemas generan?

Actividad 3
Relata en forma breve las condiciones de salud en el Río de la Plata en el siglo XXVIII y sus formas de registro.
Seguiremos trabajando con el tema.

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