Contenidos educativos de Geografía y Ciencias Sociales para alumnos de secundaria básica.Temas de interés general relacionados con ambas materias.
viernes, 27 de noviembre de 2020
Acordando el 2021 con mis alumnos Escuela Secundaria N° 9
Organización Del Estado Nacional 1820-1852 Curso: 3°1°
ESS N° 9
3°1°
Historia
Profesora: Adriana N. Abbattista
Fecha de entrega: 2/11/20
Tema: Organización del estado Nacional 1820-1852
1793 – 1877)
Autor: Felipe Pigna
Fuente: El Historiador
martes, 25 de agosto de 2020
"El pantalón largo despedía la infancia" Semana ESI 1°2°
Profesora Adriana N. Abbattista
Fuente:https://fido.palermo.edu
El traje infantil argentino de principios del siglo XX
Durante el paso de las décadas del siglo XX, el traje infantil fue evolucionando de acuerdo al contexto social y a los distintos avances tecnológicos que fueron dando espacio a nuevos materiales textiles ideales para la comodidad del niño. Mediante el análisis de fotografías del siglo, se observa que, a principios de 1900, no se generaron muchos cambios. Sin embargo, se percibe que, cuando se los consideraban hombrecitos, los pantalones se alargaban hasta los tobillos, como los de un adulto. Los niños mantuvieron la silueta, pero en las niñas, se sumaron los vestidos que cortaban en la cintura generando un bombeé en la parte superior del cuerpo, y aquellos de corte sobre la línea de busto, donde continuaba en evaseé hacia el ruedo del vestido.. Adquirieron mangas con volumen desde el hombro hasta el codo (incluso en los sacos), formando igual silueta que las piernas de los niños con los pantalones bombeé . También se distinguen vestidos estampados con motivos muy pequeños en el traje de niñas. Llegando a la primera década del siglo, el traje infantil, más que nada el de niña, cambiaba rotundamente. Los vestidos marcaban la cintura o eran entallados hasta debajo del busto resaltando dicho entalle con un lazo atado en la espalda. Desde allí se desarrollaba un evaseé, terminando por encima de la rodilla. Las medias eran cortas, hasta por encima de los tobillos, y los sacos muy similares al de los niños pero del mismo largo que los vestidos.
Los pantalones largos, despiden de la niñez
Fuente: https://www.diarioel9dejulio.com.ar/noticia/91431...Este es un pedazo de historia personal en la vida de un muchacho nuevejuliense de la década de 1940, y es al mismo tiempo, las de muchos chicos de entonces, le esperaban con ansias el momento de dejar de usar pantalones cortos para ponerse los largos.
Hace varias décadas atrás, la moda juvenil, como tal, prácticamente no existia. Lo corriente era copiarse de los mayores, vestirse de grande. Empero, arreciaba aún para los jovencitos la costumbre del pantalón corto.Esta indumentaria, para algunos que ya no eran tan chicos constituía una verdadera tragedia, pues los embretaba en una imitación del adulto que no eran y les creaba conductas de minusvalía, embarazosas e impropias de la edad. Un chico con traje y pantalón corto era un disfrazado de hombre (o medio hombre), un comerciante con saco, cuello y corbata. El problema no era por lo que el chico llevaba puesto a los cuatro años, sino a los catorce. Porque usar pantalón corto cuando no se había ingresado en la escuela primaria era, después de todo, una contingencia, pero persistir con ellos cuando se estaba en el secundario, para los chicos era una falta de consideración.
Puede parecer esto curioso, pero un aviso comercial de la Tienda “Blanco y Negro”, de la década de 1940, vendía trajes de pantalón corto, tipo colegial, para “hombrecitos de seis a quince años”, y pantalones cortos extrarreforzados “para niños de dos a quince años”.
Entrada la década del ’50, el panorama no cambiaba mucho, pues venían catálogos de casas renombradas, en los cuales se ofrecían ropas más severas: “ambos para niños de pantalón corto hasta 16 años”, y “pantaloncitos de 5 a 16”.
Ponerse los pantalones largos, además de ser una consigna declamatoria, implicaba para el muchacho, recientemente púber asumir transformaciones físicas, ambiciones y complejos que el primer año del colegio secundario trae de golpe.
Culturalmente, el ingreso en la secundaria requería el pantalón largo. Sin embargo, no era tan sencillo. Las mamás demoraban la puesta por varias razones: biológicas, porque el pantalón largo simbolizaba el fin de la niñez y el niño cobraba alas; posesivas, pues en el afán de no perder la “propiedad” del menor, les hacía pensar que el pantalón largo sería algo así como darles una libertad de hombre, que por las causas impuestas por los hábitos de mitad del siglo el jovencito todavía no merecía.
La actitud hacia el pantalón corto en un adolescente era padecida en carne propia. Las bromas, a veces, avergonzaban: “¡Bájalos a tomar agua!”, era común que le dijera con picardía algún amigo que ya usaba los largos, o del almacenero que siempre estaba atento a esos detalles.
En los sectores populares, donde los chicos sólo llegaban al sexto grado, el final de la escuela primaria marcaba el ingreso al mundo laboral. Para muchos, el primer pantalón largo del joven obrero era el overol de loneta azul, ropa de trabajo muy resistente.
Los años fueron pasando, ya que yo pantalones largos vestidos con medias tres cuartos quedaron en el recuerdo....
Actividad 1
a- Lee y busca el significado de las palabras evassé y bombeé con relación a la ropa.
b-¿Qué simbolizaban los pantalones largos en el tiempo que relata el autor?
c-¿Observas alguna tradición o costumbre actual que marque el pasaje de la niñez a la adolescencia?
d-Pregunta a tu papá, abuelos como fue su infancia, juegos y costumbres. Escribe. ¿Qué recuerdos tienes de la tuya?
lunes, 24 de agosto de 2020
Estereotipo de Belleza. Semana E.S.I 2° 1°, 2°2°, 2°3°, 3° 1° y 3°2°
Contenido Semana ESI
Profesora: Adriana N. Abbattista
Eje: Identidad y relaciones interculturales
La belleza y la imagen que proyectamos es un tema de análisis de psicólogos, sociólogos, marketing, empresas de indumentaria, cosmética, asesoría de imagen y sectores que sacan ventaja de ella. No es solo cuestión del género femenino, los hombres también manifiestan la disconformidad de su imagen y buscan en gimnasios, suplementos dietarios para ganar músculo, como la creatina, proteína de suero, carbohidratos, etcétera la manera de alcanzar la imagen deseada.
Los medios de comunicación influyen en la sociedad desde que se dieron cuenta del poder que tienen sobre la misma, ingresan en los hogares y presentan variadas tendencias de moda, opiniones, con solo mostrar una imagen.
Esta situación se registra en un contexto en el que existe cambios en la manera de entender la vida y donde las tradiciones pasadas van perdiendo poco a poco sus capacidades de establecerse en las nuevas generaciones.Tanto la publicidad como los medios masivos de comunicación, han manipulado a lo largo de las dos últimas décadas el estereotipo de la mujer ideal. Enfermedades como anorexia y bulimia, son el resultado del intento de alcanzar ese estereotipo.
¿Qué es un estereotipo?
Un estereotipo es una imagen, idea o noción inmutable que tiene un grupo social sobre otro, al que le son atribuidos de forma generalizada conductas, cualidades, habilidades o rasgos distintivos.
Antiguamente, en el siglo XVIII, un estereotipo era la impresión tomada de un molde de plomo que se utilizaba en imprenta en sustitución del tipo original. De allí que un estereotipo sea la impresión de una "marca sólida "(inmutable) representativa de un grupo.
Los estereotipos pueden ser positivos o negativos, pero siempre son generalizaciones. Por ello, aunque contienen parte de verdad, ofrecen una visión distorsionada de la realidad. Esto se debe a que magnifican o absolutizan rasgos muy puntuales y los aplican para identificar y caracterizar a los individuos en una categoría inteligible.
Cuando aplicamos un estereotipo lo que hacemos es usar las expectativas previas y creencias que tenemos sobre ese grupo para explicar su comportamiento.
Aspectos definitorios de los estereotipos:
simplifican o exageran los rasgos atribuidos a un grupo
sirven para justificar o racionalizar las reacciones afectivas y conductuales hacia un grupo
son rígidos y resistentes al cambio, aunque se obtenga información que demuestre lo contrario
de carácter consensuado: son creencias compartidas por los miembros de una cultura
Es importante diferenciar los aspectos culturales y compartidos de los estereotipos de aquellos individuales, los estereotipos pueden expresarse como las creencias culturales sobre las características de los miembros de un grupo o como las creencias personales sobre esas características.
Los medios de comunicación y la publicidad son considerados los principales impulsores de enfermedades como la anorexia. La población adolescente es bombardeada constantemente con mensajes e imágenes de prototipos de mujeres perfectas que inconformidad con el cuerpo y con la imposibilidad de cumplir con el prototipo de mujer que la sociedad exige. Son los medios los que catalogan la delgadez como símbolo de prestigio, y quien no sea delgado no puede llevar ropa de determinada categoría. Algunas investigaciones han hallado que un 70% de las mujeres que leen revistas femeninas reconocen a estas publicaciones como una importante fuente de información sobre belleza y estado físico (Plaza, 2010, p.65).
Constantemente en nuestra vida cotidiana nos topamos con publicidades de productos light, productos que prometen hacernos adelgazar en pocos días, pastillas, cremas y pomadas entre otras. Todo esto contribuiría a provocar una confusión a los adolescentes que influidos por el entorno familiar, la presión del grupo, y determinados rasgos de personalidad influyen en que algunas personas corran el peligro de padecer enfermedades psicológicas y alimenticias.
https://fido.palermo.edu/servicios_dyc/publicacionesdc/vista/detalle_articulo.php
Actividad 1
a-Define estereotipo.
b-¿La belleza es una cuestión de género? ¿Por qué?
c-¿Qué problemas puede sufrir la persona que se obsesiona por la belleza? ¿Por qué es importante la autoestima?
Actividad 2
a-Mira el vídeo y responde:¿Por qué crees que el personaje quiere cambiar su aspecto?
b-¿Qué es para ti la belleza? Enumera cualidades de personas bellas, sin tener en cuenta las cualidades físicas.
A modo de reflexión mira el vídeo y escribe tu conclusión. ¿En qué grupo te ubicarías?
sábado, 15 de agosto de 2020
¿Qué trabajo hace un Geógrafo? ¿Dónde puede estudiar la carrera? 2° año
El trabajo de un geógrafo
Niños mineros en Cerro Rico. Bolivia Relato de una niña
Mineritos. Niños trabajadores en las entrañas de Bolivia
Los miedos
Abigaíl
tiene miedo de los pasos angostos, los dolores, la silicosis, los
mineros borrachos. Y sobre todo, tiene miedo del hambre.
En un pedregal a 4.300 metros de altitud, en la caseta de adobe donde vive con su familia, Abigaíl Canaviri se
calza el casco, la lámpara frontal y las botas de goma.
Esta niña de catorce años espera a que salgan los mineros para entrar a trabajar toda la noche bajo tierra.
Derrumbes
El peso de la montaña descansa sobre vigas combadas, roídas, puestas hace tiempo. Las muertes por derrumbes son frecuentes.Los supervivientes de hoy bajan caminando o apiñados en camiones a la ciudad, extendida en una meseta a 4.000 metros, con las iglesias alzando torres barrocas...
Y a las ocho, cuando ya van saliendo los últimos hombres de la mina, Abigaíl entra por una bocamina angosta. ...," siempre pisando los raíles de las vagonetas para no hundirse en el fango anaranjado, ... estirando el brazo derecho para palpar metro a metro la roca viva, agachándose cada poco para no golpearse con las vigas podridas que todavía apuntalan la galería... Así camina por los bronquios del Cerro Rico, respirando miasmas calientes, pegajosos, saturados de sílice, asbesto y arsénico, abriendo en la oscuridad una cuña de luz con la lámpara de su casco.
Avanzar “como lagarto”. En el fondo del túnel, a 1.500 metros de la superficie, le esperan las rocas arrancadas por los mineros durante el día. A veces con la ayuda de su madre, casi siempre ella sola, amontona las piedras en una vagoneta y la empuja por los raíles hacia el exterior. La carga ronda los trescientos o los cuatrocientos kilos. “Cuando empecé con doce años, se me hacía muy pesado”, explica. “Ahora ya me voy acostumbrando. Pero siempre es muy cansado. Hace calor. Y a veces tengo miedo”.
Abigaíl tiene miedo de que se le voltee el carro, cuando se lanza en los tramos cuesta abajo y ella intenta retenerlo. Tiene miedo de los lugares tan estrechos en los que apenas hay sitio para la vagoneta y ella tiene que agacharse, empujar y avanzar “como lagarto”. Miedo de los dolores en la espalda y los brazos. De la silicosis: un médico le dijo que debe dejar la mina para que no le ocurra como a su papá, que por la noches reventaba en un terremoto de toses, un derrumbe de alveolos, una sacudida de costillas que lo doblaba en dos. Su papá escupía pedazos de pulmón sanguinolentos. Y murió ahogado cuando ella tenía ocho años. Abigaíl también teme que algún minero borracho la viole: dos amigas suyas de doce y trece años ya han tenido bebés por este motivo. Pero le empuja otro miedo mayor: el miedo al hambre. “Hace pocos días murió un bebé en Pailaviri porque no tenía qué comer”, dice. Y piensa en su hermano de cuatro años.
Durante el día, entre los trabajadores de este submundo también pueden verse adolescentes: golpean la peña con mazo y cincel, horadan la galería con barrenas, insertan cartuchos de dinamita, incluso ayudan a los perforistas, que taladran la pared con martillos neumáticos en medio de un zumbido atronador y una polvareda tóxica que ciega y asfixia. Los chavales más pequeños reptan por túneles minúsculos, donde no cabe un adulto. Meten la cabeza en el hoyo, pasan los hombros y se tumban con el pecho sobre la roca. Reptan apoyándose sobre los antebrazos, arrastrando la perforadora con la mano, acercándose metro a metro hacia una cavidad ardiente. La temperatura suele superar los 60 o 70 grados. Tienen diez minutos para excavar un poco más el hueco, enroscarse sobre sí mismos, girar y regresar arrastrándose al encuentro de sus compañeros y del aire fresco.
Durante la noche, la mina está desierta. En la oscuridad sólo resuena el chapoteo de las botas de Abigaíl. Puede que en alguna galería lejana un juku rasque rocas. Los jukus (búhos, en quechua) son ladronzuelos nocturnos, casi siempre jóvenes, que excavan túneles clandestinos para llegar a las vetas y robar mineral. Si los atrapan los mineros adultos, es probable que salgan con la cara hinchada, algún diente de menos y varios huesos rotos.
Abigaíl tarda dos horas en caminar hasta el fondo de la galería y sacar una vagoneta cargada. Repite la operación seis o siete veces. Comienza a las ocho de la noche y no suele terminar hasta las ocho o diez de la mañana. Por ese trabajo de doce o catorce horas nocturnas, la cooperativa de mineros le pagaba 20 pesos diarios (dos euros), cuatro veces menos de lo que cobra un adulto por la misma tarea. Pero desde hace varios meses Abigaíl trabaja gratis. Sus minúsculas ganancias se las restan a la deuda de 2.000 euros que le cargaron a su madre viuda.
La historia de doña Margarita, la madre de Abigaíl, es la de tantas viudas de mineros: al morir el marido y quedarse sin ingresos, tuvo que abandonar su vivienda y subir con los cuatro hijos a una caseta de adobe en la ladera pelada del Cerro Rico, a 4.300 metros, junto a la bocamina. La caseta es un refugio de seis metros por dos y medio, sin ventanas, cubierto por una chapa de cinc agujereada....donde vive Abigail con su familia. En esta casa comen maíz hervido, papas y arroz. Y acarrean el agua potable desde una cisterna cercana. En eso están mejor que otras familias, todavía acostumbradas a usar las aguas cargadas de metales que fluyen por la ladera.
Viven aquí, en la canchamina, porque sólo aquí pueden rascar algún sustento. Doña Margarita trabaja de palliri, partiendo rocas con un mazo para seleccionar los bloques más valiosos, barre el polvo de la mina para obtener algunas pizcas de estaño y ejerce de guarda, custodiando las herramientas y la maquinaria de los mineros en un anexo de su caseta. Entre una cosa y otra, gana unos 400 pesos mensuales (40 euros). Pero adquiere un compromiso: se hace absolutamente responsable del material guardado en la caseta, apenas cerrada por una plancha metálica que no encaja en el quicio.
Un domingo de diciembre de 2008, cuando doña Margarita y Abigaíl regresaban a casa cargando un bidón de agua potable, vieron que alguien había arrancado la puerta. Y que les habían robado tres máquinas de los mineros, valoradas en unos 700 euros cada una. Desde entonces, ambas trabajan gratis para la cooperativa, hasta satisfacer la deuda.
Para sobrevivir, Abigaíl escamotea algunos pedazos de mineral y los vende a los turistas de Potosí a cambio de unos pesitos.
Peor que hace cien años. Abigaíl es el eslabón más débil y machacado de un sistema perverso. En Bolivia, alrededor de 5.000 mineros trabajan para la empresa estatal Comibol, otros 9.000 lo hacen para compañías privadas, pero la gran mayoría, unos 45.000, se buscan la vida -y a menudo la muerte- por su cuenta y riesgo.
El caos empezó en 1985, cuando Comibol, ahogada por las deudas, la ineficacia y la corrupción, despidió a 23.000 mineros y dejó muchos yacimientos sin control. Modesto Pérez es minero viejo, una categoría improbable en Bolivia: “Cuando se quedaron sin empleo, muchos saquearon las instalaciones para vender el material”, recuerda. “Se llevaron los raíles, las tuberías de ventilación, los cables, las máquinas; hasta el último fierro y el último perno se llevaron”. Los mineros despedidos se organizaron en unas mal llamadas cooperativas: cuadrillas de unos pocos socios que arrendan un yacimiento, lo explotan de manera artesanal y sin medidas de seguridad, y obtienen un rendimiento exiguo. Si las cosas van bien, ofrecen trabajo a otros mineros para seguir con la explotación: sin contratos, sin seguros, sin cotizaciones, con jornales que alcanzan para sobrevivir y poco más.
Y trabajan en peores condiciones que hace cien años, como explica Pérez: “Desde los saqueos, en muchas galerías no hay vagonetas ni raíles; tenemos que cargar los sacos de mineral al hombro y llevarlos andando tres o cuatro kilómetros hasta el exterior. Acá en el socavón de Cancañiri al menos funciona un generador, pero la electricidad falla a menudo, así que nos quedamos sin jaula [el ascensor que desciende a las galerías inferiores] y bajamos y subimos por las escalas, 40 o 60 metros en vertical, cargados con las perforadoras o con los sacos. Es muy riesgoso. Un resbalón y adiós”. La falta de planificación también mata: “Ya no hay ingenieros ni técnicos. Antes se prohibían las zonas peligrosas, las que se podían derrumbar. Ahora cada cuadrilla taladra por donde quiere, arriba, abajo, en diagonal, sin plan. Harta gente muere porque excava sin saber lo que hay encima y se le derrumba la galería. Ayer mismo murió un compañero, Miguel Characayo, aplastado. Como no volvió a casa, bajaron a buscarlo hasta el nivel -250 y allá encontraron un derrumbe. Entre las piedras sacaron su cadáver”. El apuntalamiento de las galerías da escalofríos: el peso de la montaña descansa sobre vigas combadas, roídas, puestas hace demasiados años. “Ya no se cambian”, dice Pérez, “porque ganamos lo justito para sobrevivir y nadie puede gastar dinero en medidas de seguridad. Tampoco podemos reconstruir el sistema de ventilación. Algunos compañeros trabajan en pozos muy estrechos, donde sólo pueden entrar arrastrándose, y como ya no hay bombeo de oxígeno, encuentran una bolsa de gas y se ahogan allá dentro”. A los 59 años, a Pérez no le queda ningún compañero de su edad. Todos murieron aplastados por derrumbes o asfixiados por la silicosis.
Es difícil que un minero viva más de 35 o 40 años. Cuando muere el padre, la viuda y los hijos quedan al borde de la miseria, se instalan en las casetas de la bocamina y los adolescentes como Abigaíl empiezan a trabajar en las galerías. O en los ingenios exteriores, donde muelen el mineral con enormes quimbaletes manuales (corren el riesgo de aplastarse las manos o los pies, se les hinchan las articulaciones, sufren artritis y tendinitis), concentran el estaño utilizando aguas saturadas de ácidos y xantato (y por las noches sienten clavos incandescentes atravesándoles la cabeza) o acarrean el mineral hasta los almacenes (y quedan doblados por los dolores de espalda). Las autoridades calculan que unos 3.800 niños y adolescentes trabajan en las minas bolivianas, pero según la ONG local Cepromin (Centro de Promoción Minera), los buenos precios actuales del estaño atraen a los adolescentes que quieren hacer dinero y la cifra real de mineritos ronda los 13.000.
Cómo salir de la mina. Cepromin intenta sacar a los niños del subsuelo. Los acoge en sus centros al pie de la mina, donde los pequeños trabajadores tienen asegurado un desayuno, una comida, un baño de agua caliente y un entorno amable, a salvo del alcoholismo y la violencia que azotan muchas casas. Cuentan con profesoras de apoyo, que ayudan a los niños con las tareas para evitar que se retrasen mucho en la escuela y abandonen los estudios. Los adolescentes reciben formación profesional y algunas familias obtienen microcréditos para poner en marcha pequeños negocios (panadería, mecánica, electricidad, costura, zapatería…). En la ciudad de Llallagua, donde 175 niños trabajaban en la minería, las ayudas de Cepromin consiguieron que casi todos abandonaran esas actividades y siguieran con sus estudios o los compaginaran con empleos más suaves.
A uno de esos centros acude Abigaíl muchas mañanas. Su empeño es asombroso: cuando sale de la mina, después de trabajar toda la noche, no se mete en la cama sino que acude al centro de Cepromin para desayunar y hacer las tareas del colegio, al que asiste algunas tardes. “Tengo que estudiar para tener una profesión. Es la única manera de sacar a mi mamá y a mi hermanito de la mina”, explica, mientras sorbe un puré de verduras. Con sus manos de minera, curtidas, agrietadas y teñidas por el polvo de estaño, hojea libros ilustrados de Disney y detiene la mirada en los vestidos de Cenicienta o la Bella Durmiente. Le quedan por delante cuatro cursos para sacarse el bachillerato. Suspira: “Pero la escuela se me hace difícil. A veces me quedo dormida”.
La lucidez de Abigaíl es demoledora. Sabe que debe buscarse la vida porque no puede esperar ninguna ayuda de las autoridades: “Se habla mucho de los derechos de los niños. Pero en Potosí esos derechos no existen. Nos maltratan. Y queremos que las autoridades nos expliquen por qué nadie protege nuestros derechos, por qué no vienen a visitar nuestras casas en la bocamina. Nosotros tenemos miedo. Pero ellos están muy ocupados”......
6-Investiga sobre los Derechos del niño y organismos que apoyan y difunden los derechos.
jueves, 13 de agosto de 2020
"La Forestal" Material para trabajar
La inversión empezó a decaer en 1948, cuando la empresa consiguió extraer tanino de la mimosa, un árbol africano que tardaba menos en crecer que el quebracho. La herencia de La Forestal fue una explotación irracional del bosque y de los pueblos dependientes del agotamiento del quebracho.
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