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Fuente: Osvaldo Otero
Vivienda y poder: la sociedad urbana en el Buenos Aires tardocolonial
Una necesidad geopolítica de la Corona Ibérica
para la defensa del borde sur de la América meridional dio origen a la ciudad
de Buenos Aires fundada por Don Juan de Garay en 1580, un espacio
geográfico donde no había asentamiento prehispánico previo, un lugar llano sin
árboles y sin piedra. El lugar donde se estableció la aldea era una meseta baja,
apoyada en el lado este, la ribera occidental del Río de la Plata y en los
otros rumbos carecía de límites físicos notables, el horizonte era el infinito,
la nada era el todo. Los días del primer siglo y medio transcurrieron en la
letanía de un enclave que se debatía entre la legalidad hispana y un acentuado
contrabando generador de un intenso comercio en su hinterland.
El giro mercantil impuesto por los ingleses en el siglo XVIII, acentuado luego
del tratado de Utrecht, que transformó el mercado Atlántico. La fuerte
expansión comercial Británica unida al comercio esclavista potenció el tráfico
mercantil en toda América. En Buenos Aires, no solo se asentaron migrantes y
establecieron la Compañía de Asiento de Negros, vía por la cual no solo
introdujeron esclavos sino también desarrollaron actividades mercantiles,
muchas de ellas clandestinas Las instituciones administrativas y el régimen
fiscal, con el objeto de generar mayor apropiación de recursos para la Corona.
Aquella refundación del sistema colonial fue ante todo
burocrática y llevó implícito la creación de nuevas instituciones como el
Virreinato del Río de la Plata, las Intendencias a cuya cabeza colocó un
militar, la Segunda Real Audiencia y el Consulado, que permitió estructurar una
alianza entre el poder colonial y los grandes mercaderes.
Buenos Aires
entonces fue impactada por una dinámica económica que generó un vigoroso
crecimiento poblacional
·
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El polo
administrativo y de intercambio demandó de mano de obra y con ella, flujos
humanos de migrantes mediterráneos y migrantes del exterior, los
inmigrantes voluntarios y los obligados esclavos. La monarquía en un esfuerzo
ciclópeo trasladó a Buenos Aires una burocracia administrativa rentada y un
cuerpo militar tendiendo a constituir un poder hegemónico. El nuevo orden
legal, fue pensado para dirigir su mundo y sus súbditos en
suelo americano, con el principal objetivo de controlar la economía y los hombres. Aquella masa
humana generó en la ciudad y en el interior del sistema social, fuertes
tensiones y una elite en ascenso fruto del desarrollo económico demandó cuotas
crecientes de poder. Las medidas político ejecutadas en Buenos Aires
tendieron a pautar el crecimiento físico y económico desarrollando nuevas políticas
y potenciando el polo de intercambio mercantil emplazado en el borde de su imperio. Las relaciones del
poder con la aristocracia y ésta con los sectores subalternos, forjaron una
aglomeración que se proyectaría rompiendo la mutua dependencia poder-mercaderes y
estableciendo una relación de aliados eventuales.
La ciudad se desarrolló tomando
características de ciudad autónoma base de la estructura
ideológica de aglomerados capitalistas industriales. Este análisis
podemos leerlo en el proceso de transformación de la ciudad, como una
organización social estructurada por los servicios y articulada por redes
sociales y circulatorias, donde el proceso de crecimiento y ocupación del
espacio, es teóricamente una modernización, un paso de una economía doméstica a
una etapa económica de manufacturas y servicios. Aquella sociedad moldeó una nueva
aglomeración donde dominó en el espacio físico, un desarrollo no
planificado y un uso intensivo del suelo urbano
Los espacios
urbanos o las viviendas construidas en Buenos Aires en la época colonial hoy
son solo un recuerdo. No existe el patrimonio histórico construido hace más
de doscientos años que nos permita recorrer la ciudad y las viviendas como
ocurre en otras ciudades de América. Metodológicamente la investigación se
fundamenta en dibujos, relatos, documentos testamentarios, etc. un corpus que
permite al investigador construir modelos de aquella realidad
haciendo una intersección entre lo antropológico y lo histórico que permiten
comprender la arquitectura, la ciudad, la sociedad, la cultura y el conjunto de
iconos con los que se exteriorizaba el status y el poder. La humanidad deja las
huellas del pasado y con las herramientas teóricas de la antropología y el
microanálisis puede interpretar las relaciones sociales, como producto de las
conductas de los hombres.
Necesariamente todas
las políticas de transformación social impactan en el paisaje urbano y las
generadas por las reformas borbónicas tuvieron su correlato en el espacio
urbano de Buenos Aires. La evolución política, y consecuentemente la burocracia
administrativa y el asentamiento militar y el cambio del eje mercantil
produjeron mutaciones en las relaciones del poder con los élites y las grupos
subalternos que transformaron la lógica de la estructura social, la imagen
urbana y la vivienda. La ciudad se hallaba plantada frente a un espejo de
agua teniendo como foco central la Plaza Mayor a cuyos lados se alojaba
físicamente los edificios significantes del poder, el Cabildo y Cárcel, el
Fuerte y la Catedral ubicados en una perspectiva. La idea original sobre el uso
del territorio, era la organización en forma anular, signada por una ocupación
proximal de los vecinos a las fuentes del poder siendo el nudo referencial de
la organización urbana.
El escaso
desarrollo de la aglomeración hasta mitad siglo XVIII se contrapone con el
importarte avance en el ocaso de la centuria. El mundo colonial aspiraba a ser
ordenado y articulado con las ideas del poder ibérico-católico, un mundo donde
el Estado y sus aliados tendían a moldear sus conductas y sus distancias
sociales no sólo por la coerción física sino también en la coerción simbólica
donde el control social y el tributo, fueron los fundamentos de las reformas
Borbónicas y los ejes liminares sobre los que actuaba el poder. Los hombres que
representaban el sistema monárquico-católico militares, curas, burócratas y sus
aliados los grandes mercaderes tenían sus viviendas próximas al centro y muy
cerca se hallaban los Conventos de San Francisco, San Ignacio, La Merced y
Santo Domingo. A la luz del desarrollo mercantil y las nuevas políticas
económicas-administrativas, las mismas hubo un significativo aumento
demográfico y consecuentemente una fuerte demanda de viviendas, unidades que en
una primera etapa fueron cubierta mayoritariamente con casas realizadas en el
frente de las viviendas cuyos propietarios eran hombres de los más variados
sectores sociales. Aquella ocupación generó una alta ocupación del suelo urbano
y marcada densificación del área central. Ello implicó proxemia entre sectores
poderosos y subalternos, llegando en muchos casos a ser linderos de vecinos
notables hombres de la plebe, es decir creció una aglomeración sin
barrios étnicamente definidos como Lima o Quito. Este relativo desorden
urbano no era un tal desorden, sino era, la exteriorización
física generada por las fuerzas económicas.
En todas las
sociedades la arquitectura, es un componente físico que marca los puntos de
ruptura de las sociedades. El Auto del Virrey de fecha 12 de diciembre de
1788, sintetizó el pensamiento de la aristocracia porteña con una clara visión
eurocéntrica e ideas formales sobre la estética de los edificios. El análisis
de cada uno de los términos evidenciaba conceptos muy definidos sobre que se
quería de las viviendas y cuál era la ciudad imaginada: buena
distribución, marcó las nuevas ideas que sobre higiene y modernidad
que habían gestado los filósofos y economistas europeos; solidez fue
la simbiosis de dos mensajes, uno superar la historia de transitoriedad de la
aldea y afianzar el concepto de desarrollo originado en la nueva etapa
política-económica y el otro, la intrínseca de la masa construida que
se entroncaba con la idea de poder; simetría tenía sus raíces
en la estética clásica, más ligada al renacimiento y a Paladio que al barroco y
a la arquitectura mediterránea; ornamento fue él elemento
simbólico en los edificios, la decoración del frontis que no era un elemento
funcional, era un símbolo de status
El frente de las
construcciones marcaba las distancias sociales y constituían la fachada un
plano fundamental y significante. La fachada era el elemento significante, el
plano que transmitía el contenido del espacio interior. De
igual forma los frontis de las viviendas de las élites eran el vestido de
la familia, los espacios de transición, el zaguán, tras la puerta
de acceso marcaban la distancia entre los mundos y la puerta reja
en el extremo opuesto al punto de acceso tenía un distinto nivel de
transparencia y fluir de visuales que permitía una lenta percepción de los
espacios interiores de la vivienda.
Ilustración 2 AGN
IX 11 1 1 f. 72, 16 de agosto de 1787, don Pedro Ibáñez de Chavarri.
En el Buenos Aires
tardocolonial, los programas arquitectónicos de las viviendas de la
plebe o las casas destinadas a alquiler, tendían a minimizar el tamaño y
la cantidad de lugares habitables. Alojaban un número significativo de personas,
llegando en muchos casos a incluir y ser taller de los artesanos, todas
aquellas unidades eran pequeñas con alto índice de ocupación del suelo y
marcado hacinamiento. El acceso a la sala, primer espacio habitable era directo
desde la calle, sin lugar de transición entre lo público y lo privado, hecho
físico que exterioriza el sector social de pertenencia y enfatizaba la
sociabilidad urbana del usuario, marca la ocupación e integró el espacio
público, la vereda, a sus propios espacios por la carencia física en su
territorio. Desde ésta primer sala se pasaba al aposento o al corral
(patio) y desde éste a los núcleos húmedos, cocina y común (baño) Estas casas
fueron una tipología muy difundida en la época y era habitada por una capa
superior de los sectores subalternos que incluía a algunos indios, negros o
pardos. Muchos individuos de la plebe argumentaban para blanquearse que
toda su familia había vivido como blanca desde generaciones, lo que les daba más
derechos que a aquellos que no tenían una vida ordenada, ni relaciones
familiares estables o normalizadas. Mantener
una vivienda marcaba la estabilidad familiar y el desempeñar un trabajo
"reconocido", era uno de los elementos de ascenso social. En la época
colonial el status se definía como ser tenido por o vivir
como, por ello las casas marcaban la movilidad social.
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La vivienda tenía un partido
arquitectónico interesante que articulaba los distintos niveles e integraba la
morfología de la casa a la barranca, el tratamiento de lo público y lo privado
se hallaba estratificado. Cuando el proyectista planteó “dos frentes al
Poniente y al este frente a la calle” concretó un tipo de solución
arquitectónica nutrido en las ideas de los hôtels franceses. La minuciosa descripción
realizada por Don Facundo Prieto y Pulido de las relaciones articuladas entre
los núcleos circulatorios verticales que facilitaban la vinculación interna y
marcar las “Piezas frente al Rio se comunican con toda la casa, y por separado
cada una conforme se quiera” evidencia un proyecto con criterio de integración
de los espacios interiores. Las perspectivas generadas por las grandes
vidrieras y la azotea permiten pensar un fluir las visuales y la incorporación
del río al paisaje de la casa. Un balconeo entre los ambientes y una pajarera
eran elementos decorativos de fuerte influencia francesa. Es también
interesante destacar que tenía los núcleos húmedos sanitarios en ambos niveles,
un concepto de raíz inglesa que marca las distintas vertientes ideológicas
que incidieron en el proyecto. La cocina se hallaba en un segundo patio
distante de la sala. ¿Cuánto habrán caminado los doce sirvientes negros
para atender a cinco personas y que temperatura tendrían los platos calientes
en los inviernos rigurosos. Aquel patricio trató lo estético y significativo,
marcando sus espacios
propios y diferenciándolos de los de uso de la servidumbre. Buenos Aires al calor de las reformas borbónicas
comenzó a mutar, a darle base a la nueva ciudad.
Más allá de lo
estadístico cuantitativo se gestó un cambio que tomó
forma a mediados del siglo XIX, con nuevas estructuras de producción
ligadas a la primera Revolución Industrial.
Fuente: Osvaldo Otero
Vivienda y poder: la
sociedad urbana en el Buenos Aires tardocolonial
[23/03/2010]