Segundo año

viernes, 27 de marzo de 2020

Sociedad urbana colonial

Trabajamos con la siguiente fuente de Osvaldo Otero
Fuente: Osvaldo Otero
Vivienda y poder: la sociedad urbana en el Buenos Aires tardocolonial
 Una necesidad geopolítica de la Corona Ibérica para la defensa del borde sur de la América meridional dio origen a la ciudad de Buenos Aires fundada por Don Juan de Garay en 1580, un espacio geográfico donde no había asentamiento prehispánico previo, un lugar llano sin árboles y sin piedra. El lugar donde se estableció la aldea era una meseta baja, apoyada en el lado este, la ribera occidental del Río de la Plata y en los otros rumbos carecía de límites físicos notables, el horizonte era el infinito, la nada era el todo. Los días del primer siglo y medio transcurrieron en la letanía de un enclave que se debatía entre la legalidad hispana y un acentuado contrabando generador de un intenso comercio en su hinterland. El giro mercantil impuesto por los ingleses en el siglo XVIII, acentuado luego del tratado de Utrecht, que transformó el mercado Atlántico. La fuerte expansión comercial Británica unida al comercio esclavista potenció el tráfico mercantil en toda América. En Buenos Aires, no solo se asentaron migrantes y establecieron la Compañía de Asiento de Negros, vía por la cual no solo introdujeron esclavos sino también desarrollaron actividades mercantiles, muchas de ellas clandestinas Las instituciones administrativas y el régimen fiscal, con el objeto de generar mayor apropiación de recursos para la Corona. Aquella refundación del sistema colonial fue ante todo burocrática y llevó implícito la creación de nuevas instituciones como el Virreinato del Río de la Plata, las Intendencias a cuya cabeza colocó un militar, la Segunda Real Audiencia y el Consulado, que permitió estructurar una alianza entre el poder colonial y los grandes mercaderes.
 Buenos Aires entonces fue impactada por una dinámica económica que generó un vigoroso crecimiento poblacional
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El polo administrativo y de intercambio demandó de mano de obra y con ella, flujos humanos de migrantes mediterráneos y migrantes del exterior, los inmigrantes voluntarios y los obligados esclavos. La monarquía en un esfuerzo ciclópeo trasladó a Buenos Aires una burocracia administrativa rentada y un cuerpo militar tendiendo a constituir un poder hegemónico. El nuevo orden legal, fue pensado para dirigir su mundo y sus súbditos en suelo americano, con el principal objetivo de controlar la economía y los hombres. Aquella masa humana generó en la ciudad y en el interior del sistema social, fuertes tensiones y una elite en ascenso fruto del desarrollo económico demandó cuotas crecientes de poder.  Las medidas político ejecutadas en Buenos Aires tendieron a pautar el crecimiento físico y económico desarrollando nuevas políticas y potenciando el polo de intercambio mercantil emplazado en el borde de su imperio. Las relaciones del poder con la aristocracia y ésta con los sectores subalternos, forjaron una aglomeración que se proyectaría rompiendo la mutua dependencia poder-mercaderes y estableciendo una relación de aliados eventuales.
Ilustración 1 Buenos Aires, plano Anónimo, año 1782, publicado por Difrieri Horacio, Atlas de Buenos Aires, Buenos Aires, Municipalidad de Buenos Aires, 1981.


 La ciudad se desarrolló tomando características de ciudad autónoma base de la estructura ideológica de aglomerados capitalistas industriales. Este análisis podemos leerlo en el proceso de transformación de la ciudad, como una organización social estructurada por los servicios y articulada por redes sociales y circulatorias, donde el proceso de crecimiento y ocupación del espacio, es teóricamente una modernización, un paso de una economía doméstica a una etapa económica de manufacturas y servicios. Aquella sociedad moldeó una nueva aglomeración donde dominó en el espacio físico, un desarrollo no planificado y un uso intensivo del suelo urbano
Los espacios urbanos o las viviendas construidas en Buenos Aires en la época colonial hoy son solo un recuerdo. No existe el patrimonio histórico construido  hace más de doscientos años que nos permita recorrer la ciudad y las viviendas como ocurre en otras ciudades de América. Metodológicamente la investigación se fundamenta en dibujos, relatos, documentos testamentarios, etc. un corpus que permite al investigador construir modelos de aquella realidad haciendo una intersección entre lo antropológico y lo histórico que permiten comprender la arquitectura, la ciudad, la sociedad, la cultura y el conjunto de iconos con los que se exteriorizaba el status y el poder. La humanidad deja las huellas del pasado y con las herramientas teóricas de la antropología y el microanálisis puede interpretar las relaciones sociales, como producto de las conductas de los hombres.
Necesariamente todas las políticas de transformación social impactan en el paisaje urbano y las generadas por las reformas borbónicas tuvieron su correlato en el espacio urbano de Buenos Aires. La evolución política, y consecuentemente la burocracia administrativa y el asentamiento militar y el cambio del eje mercantil produjeron mutaciones en las relaciones del poder con los élites y las grupos subalternos que transformaron la lógica de la estructura social, la imagen urbana y la vivienda. La ciudad se hallaba plantada frente a un espejo de agua teniendo como foco central la Plaza Mayor a cuyos lados se alojaba físicamente los edificios significantes del poder, el Cabildo y Cárcel, el Fuerte y la Catedral ubicados en una perspectiva. La idea original sobre el uso del territorio, era la organización en forma anular, signada por una ocupación proximal de los vecinos a las fuentes del poder siendo el nudo referencial de la organización urbana.
El escaso desarrollo de la aglomeración hasta mitad siglo XVIII se contrapone con el importarte avance en el ocaso de la centuria. El mundo colonial aspiraba a ser ordenado y articulado con las ideas del poder ibérico-católico, un mundo donde el Estado y sus aliados tendían a moldear sus conductas y sus distancias sociales no sólo por la coerción física sino también en la coerción simbólica donde el control social y el tributo, fueron los fundamentos de las reformas Borbónicas y los ejes liminares sobre los que actuaba el poder. Los hombres que representaban el sistema monárquico-católico militares, curas, burócratas y sus aliados los grandes mercaderes tenían sus viviendas próximas al centro y muy cerca se hallaban los Conventos de San Francisco, San Ignacio, La Merced y Santo Domingo. A la luz  del desarrollo mercantil y las nuevas políticas económicas-administrativas, las mismas hubo un significativo aumento demográfico y consecuentemente una fuerte demanda de viviendas, unidades que en una primera etapa fueron cubierta mayoritariamente con casas realizadas en el frente de las viviendas cuyos propietarios eran hombres de los más variados sectores sociales. Aquella ocupación generó una alta ocupación del suelo urbano y marcada densificación del área central. Ello implicó proxemia entre sectores poderosos y subalternos, llegando en muchos casos a ser linderos de vecinos notables hombres de la plebe, es decir creció una aglomeración sin barrios étnicamente definidos como Lima o Quito. Este relativo desorden  urbano no era un tal desorden, sino era, la exteriorización física generada por las fuerzas económicas.
En todas las sociedades la arquitectura, es un componente físico que marca los puntos de ruptura de las sociedades. El Auto del Virrey de fecha 12 de diciembre de 1788, sintetizó el pensamiento de la aristocracia porteña con una clara visión eurocéntrica e ideas formales sobre la estética de los edificios. El análisis de cada uno de los términos evidenciaba conceptos muy definidos sobre que se quería de las viviendas y cuál era la ciudad imaginada: buena distribución, marcó las nuevas ideas que sobre higiene y modernidad que habían gestado los filósofos y economistas europeos; solidez fue la simbiosis de dos mensajes, uno superar la historia de transitoriedad de la aldea y afianzar el concepto de desarrollo originado en la nueva etapa política-económica y el otro, la intrínseca de la masa construida que se entroncaba con la idea de poder; simetría tenía sus raíces en la estética clásica, más ligada al renacimiento y a Paladio que al barroco y a la arquitectura mediterránea; ornamento fue él elemento simbólico en los edificios, la decoración del frontis que no era un elemento funcional, era un símbolo de status
El frente de las construcciones marcaba las distancias sociales y constituían la fachada un plano fundamental y significante. La fachada era el elemento significante, el plano que transmitía el contenido del espacio interior. De igual forma los frontis de las viviendas de las élites eran el vestido de la familia, los espacios de transición, el zaguán, tras la puerta de acceso marcaban la distancia entre los mundos y la puerta reja en el extremo opuesto al punto de acceso tenía un distinto nivel de transparencia y fluir de visuales que permitía una lenta percepción de los espacios interiores de la vivienda.


Ilustración 2 AGN IX 11 1 1 f. 72, 16 de agosto de 1787, don Pedro Ibáñez de Chavarri.
En el Buenos Aires tardocolonial, los programas arquitectónicos de las viviendas de la plebe o las casas destinadas a alquiler, tendían a minimizar el tamaño y la cantidad de lugares habitables. Alojaban un número significativo de personas, llegando en muchos casos a incluir y ser taller de los artesanos, todas aquellas unidades eran pequeñas con alto índice de ocupación del suelo y marcado hacinamiento. El acceso a la sala, primer espacio habitable era directo desde la calle, sin lugar de transición entre lo público y lo privado, hecho físico que exterioriza el sector social de pertenencia y enfatizaba la sociabilidad urbana del usuario, marca la ocupación e integró el espacio público, la vereda, a sus propios espacios por la carencia física en su territorio. Desde ésta primer sala se pasaba  al aposento o al corral (patio) y desde éste a los núcleos húmedos, cocina y común (baño) Estas casas fueron una tipología muy difundida en la época y era habitada por una capa superior de los sectores subalternos que incluía a algunos indios, negros o pardos. Muchos individuos de la plebe argumentaban para blanquearse que toda su familia había vivido como blanca desde generaciones, lo que les daba más derechos que a aquellos que no tenían una vida ordenada, ni relaciones familiares estables o normalizadas.  Mantener una vivienda marcaba la estabilidad familiar y el desempeñar un trabajo "reconocido", era uno de los elementos de ascenso social. En la época colonial el status se definía como ser tenido por o vivir como, por ello las casas marcaban la movilidad social.
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La vivienda tenía un partido arquitectónico interesante que articulaba los distintos niveles e integraba la morfología de la casa a la barranca, el tratamiento de lo público y lo privado se hallaba estratificado. Cuando el proyectista planteó “dos frentes al Poniente y al este frente a la calle” concretó un tipo de solución arquitectónica nutrido en las ideas de los hôtels franceses. La minuciosa descripción realizada por Don Facundo Prieto y Pulido de las relaciones articuladas entre los núcleos circulatorios verticales que facilitaban la vinculación interna y marcar las “Piezas frente al Rio se comunican con toda la casa, y por separado cada una conforme se quiera” evidencia un proyecto con criterio de integración de los espacios interiores. Las perspectivas generadas por las grandes vidrieras y la azotea permiten pensar un fluir las visuales y la incorporación del río al paisaje de la casa. Un balconeo entre los ambientes y una pajarera eran elementos decorativos de fuerte influencia francesa. Es también interesante destacar que tenía los núcleos húmedos sanitarios en ambos niveles, un concepto de raíz inglesa que marca las distintas vertientes ideológicas que incidieron en el proyecto. La cocina se hallaba en un segundo patio distante de la sala. ¿Cuánto habrán caminado los doce sirvientes negros para atender a cinco personas y que temperatura tendrían los platos calientes en los inviernos rigurosos. Aquel patricio trató lo estético y significativo, marcando sus espacios propios y diferenciándolos de los de uso de la servidumbre. Buenos Aires al calor de las reformas borbónicas comenzó a mutar, a darle base a la nueva ciudad. Más allá de lo estadístico cuantitativo se gestó un cambio que tomó forma a mediados del siglo XIX, con  nuevas estructuras de producción ligadas a la primera Revolución Industrial.


Fuente: Osvaldo Otero
Vivienda y poder: la sociedad urbana en el Buenos Aires tardocolonial
[23/03/2010]

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